“Esto ocurrió”. “Esto les ocurrió”. “Esto nos ocurrió”. Pasó en el corazón de Europa, mientras que en España estábamos celebrando los JJ OO de Barcelona y la Expo de Sevilla, una parte del viejo continente, una vez más, se desgarraba. De repente, la televisión nos servía imágenes de los campos de concentración en Bosnia Herzegovina, mezcladas con el medallero olímpico. En aquella guerra de los Balcanes, entre 25.000 y 50.000 niñas y mujeres fueron violadas como estrategia de limpieza étnica. Los focos de la actualidad ya no están allí, están en otros conflictos, pero, ¿ha terminado la guerra para las supervivientes y los hijos e hijas nacidos de aquellas violaciones? Y nosotros, ¿dónde estábamos entonces y dónde ahora? Este fue el punto de partida del grupo catalán Cultura i Conflicte, que hizo un viaje a esas tierras para entrevistarse con personas víctimas de la violencia, con mujeres que habían sufrido la violación como arma de guerra, con hijos que son el resultado de esas violaciones e, incluso, con un perpetrador negacionista como contrapunto. Todo ello dio lugar a una experiencia multidisciplinar que abarca las artes escénicas, la fotografía y la película documental, un triple proyecto resultado de tres años de investigación periodística.
Con dramaturgia de Anna Maria Ricart y la dirección escénica de Joan Arqué, llega esta pieza al Teatro de La Abadía, donde estará hasta el 2 de abril con Ariadna Gil (Nevenka), Chantal Aimée (Milica), Òscar Muñoz (Dusko, Eric), Magda Puig (Lejla), Judit Farrés (Meliha, Ajna), Erol Ileri (Alen, soldado serbio) y Pep Pascual. “Este es un proyecto fraguado a fuego lento –explica Teresa Turiera-Puigbò, encargada de investigación y documentación–, fue muy difícil crear la confianza necesaria en quienes habían sufrido una experiencia tan traumática y decirles que esas historias las íbamos a convertir en un documental, una exposición fotográfica –que estará instalada en el patio de La Abadía simultáneamente-, y una obra de teatro. La manera de convencerlas –prosigue- fue incorporándolas al proyecto, hablamos con ellas desde cada sitio al que vamos, les mandamos fotos, y nos piden que no dejemos de gritar a los cuatro vientos y desde el lenguaje artístico, lo que pasó, lo que está pasando en Ucrania hoy y en tantos otros conflictos olvidados, o no tanto, pero sí las víctimas, que son las olvidadas de los olvidados de los conflictos. Los textos de la obra son sus propias palabras, su voz, no la nuestra, nosotros sólo somos un altavoz de lo que ellas nos han contado, de sus luchas e inquietudes”, explica.
Por otro lado, apunta Turiera-Puigbò, “hay que destacar la implicación de las intérpretes desde el minuto cero para llevar el proyecto a los Balcanes. A estas mujeres les prometimos que iríamos a hacerlo allí, fue muy difícil porque se metió por medio la pandemia, pero al final lo conseguimos y resultó realmente impresionante tener a algunas en la platea. Compartir este proyecto en un país donde el tema de las violaciones de guerra es un tabú, los medios no lo hablan y los políticos menos aún, fue muy emocionante. El 90% de las víctimas fueron musulmanas, aunque violaciones hubo en todos los bandos. Por eso -significa-, buscamos una mujer de origen serbio, otra croata, otra musulmana, todas ellas son supervivientes de la guerra y víctimas de la paz, llevan 30 años completamente olvidadas por las instituciones internacionales y locales, denostadas por la sociedad en la que viven, estigmatizadas y, en muchos casos, rechazadas por sus propias familias, con lo cual, llevar el proyecto a los Balcanes era un reto que ellas agradecieron, al poder hablar y darles visibilidad han visto reconocida, de alguna manera, su lucha diaria allí. Porque –concluye Turiera-Puigbò–, para Nevenka, Milica, Meliha, Alen, Ajna y Lejla, la guerra aún no ha terminado. El dolor que sienten es tan grande que, para ellas, todavía 'hay alguien en el bosque'”.