Por Javier López Rejas
“El edadismo es la tercera gran forma de discriminación, después del racismo y el machismo. Los expertos consideran que, si no se fortalece la solidaridad intergeneracional, habrá una lucha entre jóvenes y viejos por los recursos disponibles”. El fragmento pertenece a algunas de las palabras con las que Anna Maria Ricart cierra Moríos, obra que estará a partir del 11 de enero en el Teatro de La Abadía creada por Cultura i Conflicte, dirigida por Joan Arqué y protagonizada por Imma Colomer, Montse Colomé, Oriol Genís, Arthur Rosenfeld, Magda Puig y Erol Ileri.
Idea surgida del fértil confinamiento debido a la Covid-19, Ricart se inspiró en los mayores que se quedaron en casa o encerrados en residencias. “La idea era preguntarnos cómo trata a los ancianos nuestra sociedad –explica la autora a El Cultural–. No nos gustaron las respuestas que obtuvimos y por eso decidimos crear un espectáculo sobre el tema”.
La obra, que lleva la escenografía de Judit Colomer y las coreografías de Sol Picó, cuenta cómo, según la Virgen María, la humanidad está a punto de colapsar a menos que se cruce alguna iniciativa emocionalmente inteligente. Imma está a punto de recibir una visita inesperada, Oriol no sabe que podría ser el último día para ejercer de jubilado, Montse ya no puede bailar... todos quieren vivir hasta los cien años pero, ¿quién les ayudará y les proporcionará un trato digno? ¿Ese era el progreso?
“Si de lo que se trataba era de envejecer dignamente, ¿qué es lo que ha pasado? Era un triunfo sin paliativos, una victoria sobre la propia vida”, tercia Arqué, para quien este colapso “pone en estado de alerta los sentidos atávicos que habíamos desterrado en lo más alto de los estantes de la casa de nuestros abuelos”.
Ricart y Arqué trabajaron juntos también en Hay alguien en el bosque, que recaló en La Abadía en marzo del pasado año con Ariadna Gil encabezando el reparto. El proyecto de preparación duró cuatro años, por lo que el tándem se considera bien engrasado para afrontar ahora el reto de conquistar al público con una puesta en escena, reconoce Ricart, “dura y tierna, oscura y luminosa, real y onírica, estática y dinámica, pesada y ligera...”
Sobre si la obra es una reivindicación de nuestros mayores, Ricart señala contundente: “Absolutamente. Hemos intentado reivindicar su papel en la sociedad, la necesidad de no infantilizarlos. Todos llegaremos a envejecer y querremos que nos respeten, que aprecien nuestra autonomía, nuestra independencia, nuestras ideas y nuestra forma de estar en el mundo”.
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Y una manera de hacerlo, explica la autora, es a través del cuerpo: “Tiene un papel muy importante, ya que, en muchos casos, somos viejos porque así lo dicta nuestro cuerpo. En una sociedad que encumbra los cuerpos jóvenes, los cuerpos viejos parece que no tengan derecho a existir, a ser tocados, acariciados, amados... Es por eso que hemos puesto el cuerpo en el centro incorporando la danza”. Así, Sol Picó –reconoce el equipo de Moríos– nos da escenas que no necesitan palabras y que ayudan a entrar en el mundo onírico de la obra. Y vemos cuerpos viejos en movimiento, algo que a veces nos incomoda ver”.