Ver el documental en FILMIN (V.O. Subtitulada en español)
La guerra de Bosnia-Herzegovina, el conflicto más sangriento en el corazón de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, terminó oficialmente con la firma de los Acuerdos de paz de Dayton en noviembre de 1995. Para Alen, la guerra comenzó diez años más tarde, el día que supo que era adoptado después de que su madre biológica lo hubiera abandonado, porque él era fruto de una violación de un soldado serbio. Ajna no supo que era hija de una violación de un soldado croata a su madre, hasta que llegó a la adolescencia. No entendía la difícil relación que siempre había tenido con su progenitora, hasta que, a los 25 años, ha comprendido el esfuerzo que ésta hizo para seguir a su lado. Para Meliha, Nevenka y Milica la guerra tampoco ha terminado.
Ellas y las mujeres de sus familias fueron violadas y torturadas por parte de tropas de diferente bandera. A pesar de haber sido capaces de llevar a los agresores ante los tribunales, muchas de ellas han visto como los responsables quedaban pronto en libertad. Las instituciones han tardado décadas en reconocerlas como víctimas y la sociedad mira hacia otro lado. ¿Cuál es la justicia que buscan? Este documental da voz a las supervivientes y muestra su valentía para romper el silencio y luchar contra el estigma y la indiferencia, 25 años después.
“Pocos vecinos han regresado. Tengo miedo. Me siento como si todavía hubiera alguien escondido en el bosque”
Nevenka Kobranovik, mujer de origen croata violada por las tropas de los serbios de Bosnia. Posteriormente fue abusada sexualmente y rechazada por su marido, que había sido detenido en uno de los campos de concentración de la zona de Prijedor. No pudo llevar nunca a sus agresores ante la justicia por falta de pruebas y recursos. Vive aislada en un pueblo de montaña. La mayoría de sus vecinos croatas nunca regresaron.
“Nos sentimos liberadas cuando vemos a un criminal de guerra entre rejas”
Meliha Merdjic, musulmana, de Visegrado. Fue violada con 13 años. Su madre sobrevivió al centro de violaciones y torturas de Vilina Vlas, en el valle del Drina. Ahora, madre e hija luchan desde la asociación de Mujeres víctimas de la guerra en Sarajevo y siguen llevando a los criminales ante la justicia.
“Teníamos una vida normal hasta el18 de abril de 1992”
Milica Dekic, mujer de origen serbio violada por soldados croatas. Vive en Vukosavlje, República Srpska. En junio de 1995 fue retenida en una casa del área de Odžak con 20 personas más por soldados miembros del Consejo de Defensa Croata. Fue torturada y violada durante dos meses junto con otras mujeres. Conocía a los violadores. Cuando terminó la guerra, consiguió llevar a seis de ellos ante el juez, pero sólo uno fue condenado y nunca llegó a entrar en prisión.
“Cuando conocí a mi padre biológico le vi en la cara que era un asesino”.
Alen Muhic fue adoptado a los pocos meses de vida por una familia musulmana de Gorazde. Su madre biológica lo abandonó tan pronto dio a luz, después de haber sido violada por un soldado serbio. Para Alen, la guerra comenzó cuando supo que era adoptado. A los 25 años, ha luchado para conocer a sus padres biológicos y ahora ayuda a otros jóvenes bosnios en su situación, a hacerse visibles y reclamar sus derechos.
“No podemos cambiar el pasado, pero sí el futuro, y evitar que los niños nacidos como consecuencia de las violaciones de guerra sean estigmatizados, en cualquier parte del mundo”
Ajna Jusic no entendía los problemas psicológicos de su madre ni la dificultad de la relación entre las dos, ni el hecho de que no se supiera el nombre de su padre. En la mayoría de edad, ha comprendido el enorme esfuerzo que hizo su progenitora para mantenerse a su lado. Ahora Ajna es activista y lucha contra el estigma de las víctimas de la violencia sexual.
“Cuando me dijeron que era la hija de una mujer violada durante el conflicto de los Balcanes, no sabía ni dónde estaba Bosnia, ni que había habido una guerra”
Lejla Damon, nació el día de Navidad de 1992 en un hospital de Sarajevo. Su madre biológica rogó a un periodista que la entrevistaba que se llevara al bebé, fruto de una violación como arma de guerra. 25 años después, Lejla ha conocido a su madre biológica y ahora trabaja para luchar contra el estigma de los niños y niñas nacidos como consecuencia de las violaciones de guerra.
“La primera vez que oí hablar de las violaciones fue cuando llegué al Tribunal de La Haya”
Dusan Tadic, fue el primer militar serbo-bosnio detenido y condenado por el Tribunal Penal Internacional de La Haya para la antigua Yugoslavia por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Vive en Serbia desde que cumplió su condena de 20 años de prisión acusado de violación, tortura y asesinatos en los campos de concentración de Trnopolje y Keraterm, en el Noroeste de Bosnia, unos crímenes que él siempre ha negado.
Pasó en el corazón de Europa, a dos horas de avión de Barcelona. Aquí todavía disfrutábamos de la euforia de los Juegos Olímpicos. En Sarajevo la habían vivido unos años antes. De repente, la televisión nos servía imágenes de los campos de concentración en Bosnia y Herzegovina mezcladas con el recuento de medallas olímpicas en Barcelona. En noviembre de 2020 hará 25 años que terminó oficialmente aquella guerra, donde entre 25.000 y 50.000 mujeres y niñas fueron violadas como estrategia de limpieza étnica. La mayoría de las víctimas son musulmanas pero también las hay de origen croata, serbio y gitano. Sus relatos son idénticos, y muchas de las supervivientes lo viven en silencio, ignoradas por las instituciones y rechazadas por sus propias familias. Esta obra da voz a la memoria y a la determinación de estas mujeres y de los hijos e hijas nacidos de las violaciones de luchar contra el olvido, ahora que los focos y las cámaras hace tiempo que se apagaron. Para Nevenka, Milica, Meliha, la guerra todavía no ha terminado. El dolor que sienten es tan grande que, para ellas, todavía “Hay alguien en el bosque". Y nosotros, ¿Dónde estábamos? ¿Dónde estamos ahora?
La obra de teatro “Hay alguien en el bosque” se estrenó en el FESTIVAL TEMPORADA ALTA de Girona en otoño de 2020 y se representó en el TNC en enero/febrero de 2021 coincidiendo con el 25 aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton que pusieron fin “oficial” a la guerra de Bosnia. Tras más de 50 funciones, la obra sigue en gira. En noviembre de 2021 el equipo de Cultura i Conflicte llevó el proyecto a los Balcanes. En una gira por Sarajevo (Bosnia y Herzegovina), Zagreb (Croacia) y Liubliana (Eslovenia) se presentó el documental, la exposición fotográfica y la obra de teatro y se hicieron diferentes coloquios con el público sobre un tema todavía tabú en estos países. La cineasta Violeta Rodríguez se infiltró entre el equipo artístico y ofrece con ese corto su mirada más personal del trabajo del equipo dentro y fuera del escenario.
Del 23 de marzo al 02 de abril de 2023 la obra se representa en castellano en el Teatro Abadía de Madrid.
Ficha artística:
Dramaturgia
Anna Maria Ricart Codina
Investigación y documentación
Teresa Turiera-Puigbò Bergadà
Dirección
Joan Arqué Solà
Intérpretes
Ariadna Gil, Montse Esteve, Òscar Muñoz, Magda Puig, Judit Farrés, Pep Pascual i Erol Ileri
Movimiento y ayudante de dirección
Carla Tovías
Música
Pep Pascual i Judit Farrés
Vídeo
Erol Ileri Llordella i Tyler Franta
Diseño escenografía
Xesca Salvà
Construcción escenografía
Jorba-Miró
Diseño vestuario
Rosa Lugo
Diseño iluminación
Sylvia Kuchinow
Jefe técnico
Xavier Xipell “Xipi”
Técnicos en gira
Rafel Roca i Marc Jódar
Dirección de producción
Òscar Balcells
Producción
Judit Codina Serra
Distribución
Marta Riera Pi
martar@teatreaurora.cat
Todas las supervivientes que protagonizan este proyecto han sido supervivientes de la guerra y víctimas de la paz, porque todavía hoy sufren el olvido institucional y el estigma social, además de las consecuencias físicas y psicológicas. Pero no todo es oscuridad. Algunas han dejado de tener miedo y siguen llevando a los criminales de guerra ante la justicia. Y los hijos e hijas nacidos fruto de las violaciones, ahora ya en la treintena, ya no son la semilla del odio que pretendían plantar los agresores, sino una muestra de cómo el amor y la capacidad de superación pueden vencer a la barbarie.
El planteamiento de la instalación fotográfica consta de dos espacios diferenciados:
El primero, realizado con paneles impresos, nos traslada a Bosnia del año 92 donde las violaciones y torturas se ejecutaban planificadamente en centros diseminados por todo el territorio. A través de estos paneles conocemos a cada uno de los personajes, que nos explican su realidad desde un prisma personal.
Simbolizando las barreras anti-francotiradores que los Sarajevitas instalaban en los cruces de la ciudad, el visitante se sumerge dentro del segundo espacio: un tendido de sábanas, blancas y destartaladas, entre las que se encuentran seis retratos impresos a gran formato. Un espacio emocional que quiere rendir homenaje a todas las mujeres y niños “invisibles” que no sobrevivieron o han sufrido el trauma del silencio familiar, social e institucional.